sábado, 26 de enero de 2013

El oleaje tras los párpados



[Grabación tomada en un centro psiquiátrico. Fue necesario depurar el audio de los sonidos animales y el llanto de niños.]

Sí. Eran mis hijos y los maté. Ellos nunca dormían, solo simulaban hacerlo. Apenas se dejaban caer sobre la cama que compartían comenzaban a gruñir. Al principio, al escucharlos, pensé en cerdos o en asnos, aunque poco a poco reconocí pautas como si conformaran un extraño lenguaje. Mi mente no entendía lo que decían pero mi carne sí. Mi cuerpo temblaba, todos mis vellos se erizaban en un escalofrío, como si esos ruidos animales formularan blasfemias sin límite.
Yo me encerraba en el baño y con un trozo de espejo los espiaba, viendo apenas por el rabillo del ojo la delación de su verdadera apariencia. Era como si su piel fuera de pronto como esas transparencias que emana el asfalto caliente, permitiendo ver a las criaturas que los habitaban. Llena de terror esperaba a que amaneciera. A veces me armaba de valor y me acercaba, ignorando su galimatías. Mis niños descansan apaciblemente, bellos, rubios, lozanos, idénticos, pero algo detrás de sus ojos rompía la armonía, una sugerencia monstruosa de lo que se retorcía en su interior…
Recuerdo con asco sus párpados casi transparentes, temblorosos, como una leve capa de piel extendida sobre una montaña de gusanos. Las voces aumentaban de volumen con el movimiento de sus ojos. Yo los miraba, congelada, sintiendo la maldición de sus palabras, de su cadencia hipnótica, hasta que despertaban, sobresaltados.
A la luz del día parecían normales, mis queridos niños. Pero algo en el crujido del cereal, algo en sus ojos cuando parpadeaban más de lo necesario, alertaba mi cuerpo tenso a causa de las noches en vela. En los entresijos de su risa se hallaba la disonancia de su ternura.
Antes su cabello y sus ojos me recordaban a su padre. Ahora lo invocan en un apenas detectable rictus de sus labios cuando ríen, completamente cargado de burla; lo invocan en su postura arrogante.
Cuando están despiertos veo en sus rasgos las burlas, el menosprecio; los pasos de su padre que se fue. Cuando anochece y los veo dormir y me siento sobrecogida de terror, me torturo recordando sus carcajadas crueles…
Ellos también se ríen de mí, del temor de Dios. Son como su padre aun cuando son completamente distintos a sí mismos.
Los bordes de la noche se fueron haciendo cada vez más imprecisos. Mi vista vigilaba los espejos, viéndome a mí misma lentamente devorada por  la fatiga. Mis ojos hundidos en sus cuencas eran pozos de lucidez y alarma.
Comencé a llevarlos a misa todas las tardes. Me tomaban de la mano y me sonreían. Yo apenas contenía el asco de pensar en sus manos porcinas aferrando mis dedos. Su risa y sus blasfemias eran como esos silbatos para perros, de un diseño especifico para mi tortura singular. Evitaba mirar nuestro reflejo en el espejo improvisado de los escaparates y puertas de cristal. Mis ojos me dolían de tanto apretarlos para no ver nada. La boca me sabía a cobre por las encías apretadas.
Los vi, cada día, persignarse, darse la paz con todos, como un juego infantil. Yo miraba aterrorizada la inocencia de los que recibían el escarnio de sus abrazos, la sorna en su manera de estrechar la mano, la sonrisa envenenada detrás de su la paz sea consigo. Me perturbaba el brillo de lascivia en su ojos cuando veían a otros tomar la hostia.
Aquel día imploraba a Cristo en silencio, recordando su amor por los niños. Sentí que algo taladraba mi nuca y me obligaba a girarme. Eran sus ojos, su leve sonrisa. La iglesia estaba vacía desde hacía varios minutos y ellos esperaban. Sus largas sombras gemelas ensuciaban el paño. El eco de su carcajada ratificó el vacío, la impotencia de los brazos crucificados.
Cumplirían 7 años en dos meses...
Volvimos a casa. Ellos subieron sin desvestirse (todos en blanco) a tomar la siesta. Yo caminé por la casa, subiendo y bajando las escaleras, haciendo surco de la sala a la cocina, persignándome, recitando oraciones que apenas sabía y sintiendo el fuego de su risa que emanaba del dormitorio de los gemelos. En algún momento de la noche me di por vencida.
Rompí todos los espejos.
Me acerqué a ellos, tan pacíficos, tan inocentes, tan puros. Niños de seis años. Toqué su cabello rubio como de ángeles.
Comenzaron a gruñir. Se reían. Se rían de mí, de mi ternura estúpida, del engaño de su sueño. Murmuraban en su lengua demoniaca que, aun sin yo entenderla, era transparente al asco, al menosprecio, a la burla.
Saqué entonces del bolso el espejo pequeño con el que los espiaba. Jamás los había visto a través de él tan de cerca, sin estar refugiada en el baño. Lo dejé caer, temblando mis manos por el atisbo de infierno que había visto en el espejo. Apenas escuché cómo se rompió.
Bajé la mirada. Un trozo afilado me devolvió los ojos cansados: rojo sobre negro, de mi rostro macilento. Acepté la señal.
Traspasé contudentemente cuatro veces un párpado, rápido, sin vacilación. Gritaban.
Se incorporaron llorando, nada se movía ya tras sus párpados. Lloraban sangre. Pero debajo de su llanto inocente, debajo, como un lobo con piel de oveja, su risa y sus gruñidos. Toda la magnitud de sus blasfemias.
Los estrangulé, uno por uno. Nunca supe en qué orden, a quién perteneció el horror de escuchar la respiración agónica de hermano mientras agitaba sus manos desesperadamente. Apreté sus gargantas hasta que sus rosados rostros se volvieron grises. Pero las risas no callaron.
Me había cortado con el espejo y tenía las uñas rotas. Y la certeza de la infección. Cerré mis ojos sabiendo que algo se agitaba, navegando por mi cerebro y el sereno oleaje de mis párpados. Corté mi garganta.

*****

Desperté atada en un cuarto blanco. Me veían doctores, yo no podía hablar... Quisieron que escribiera, pero yo no encontraba las palabras para decirles que dos niños de piel gris gimoteaban entre sus piernas, llorando sangre. No podía decirles que sus llantos vencían sus medicaciones para dormir, que aunque sanaran las heridas de mi cuerpo no sanarían mi alma. No pude decirles en los meses que siguieron, con mi garganta cauterizada y funcional, que ya no podía más.
Una enfermera dejó mal ajustada la correa que aseguraba mi mano izquierda. Mordí mi muñeca hasta que las venas saltaron como cuerdas de piano y sentí que la sangre, la sangre llenaba el piso. Sentí el mundo, las risas, perderse como a través de muros de algodón y la luz y la sangre disolviéndose en oscuridad. Me desvanecí.

Pero solo fue un parpadeo.

Supe de golpe que si alguien me mostrara un espejo, mis ojos abiertos, acuosos, acecharían desde la negrura de mis ojeras, mis ojos lúcidos, terribles, despiertos...
Los vi. A los cuatro, entre la sangre.
Dos querubines de mármol gris y cabello rubio con los ojos cerrados y lágrimas de sangre…
(Ingenuamente siempre creí que al diablo en la lotería lo pintaban rojo por su sangre caliente, o que era una piel llamativa, de un color liso, brillante y seductor. Algo de fuego, de prohibido y sensual.)
Los demonios son rojos como la carne de una herida expuesta, como un animal desollado...
Y aquí están... monstruosos lazarillos, lazarillos deformes de dos querubines que lloran sangre.
Y jamás dejan de reír, gruñir y blasfemar... Los otros jamás dejarán de llorar.
Dios, perdóname.
Olvídame.



All the pretty little horsies
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Hush-a-bye calla y adiós
don't you cry no llores 
go to sleepy little baby 
ve a dormir niñito 
go to sleepy little baby 
ve a dormir niñito 
when you wake 
cuando despiertes 
you shall have 
tendrás 
all the pretty little horsies 
todos los bonitos caballitos 
all the pretty little horsies 
todos los bonitos caballitos 
blacks and bays 
negros y bayos 
dapples and greys 
moteados y grises 
all the pretty little horsies 
todos los bonitos caballitos 
way down yonder 
allá camino abajo
in the meadow 
en el pastizal 
lies a poor little lamby 
yace un pequeño corderito 
bees and butterflies 
abejas y mariposas 
flitting round his eyes 
revolotean alrededor de sus ojos 
poor little thing is crying 
la pobre cosita está llorando 
"mammy" 
"mami" 

go to sleep 
ve a dormir 
don't you cry 
no llores 
rest your head upon the clover 
descansa tu cabeza sobre los tréboles 
rest your head upon the clover 
descansa tu cabeza sobre los tréboles 
in your dreams 
en tus sueños 
you shall ride 
cabalgarás 
whilst your mammy's watching over 
mientras tu mami está vigilando 

blacks and bays 
negros y bayos 
bapples and greys 
moteados y grises 
all the pretty little horsies 
todos los bonitos caballitos 

all the pretty little horsies 
todos los bonitos caballitos 
all the pretty little horsies 
todos los bonitos caballitos 
all the pretty little horsies 
todos los bonitos caballitos

1 comentario:

Sebby dijo...

Fascinante. ¡Adoro tu blog!