El Rescate
Hace mucho tiempo, me enamoré perdidamente. Después, me desenamoré.
Lo complicado fue el centro de esas dos frases. En los momentos más díficiles, me sentía dividido, un yo enamorado todavía, suspirante y esperanzado, y por otro lado un yo duro, de sentimientos helados que no creían en el amor del primer yo en partícular ni en el Amor con mayúsculas de todos en general. El yo enamorado era como un rehén del primero: escribía poemas como notas de rescate a esa mujer que quizás lo olvidaba y cruzaba la línea del amor/desamor (el centro de aquellas dos frases) con mayor gracia y velocidad. El yo duro era el carcelero que le permitía al primero escribir pero no enviar las notas de rescate.
Poco a poco la reja se difuminó en un espejo y ella nunca supo del prisionero. Por eso nunca, aunque quisiera, entendería esta canción.
Enrique Bunbury
El Viaje a Ninguna Parte
Desde la plaza de armas de un lugar cualquiera,
te escribo una carta para que tú sepas
lo que ya sabías, aunque no lo dijeras.
Espero que llegue a tus manos y, que no la devuelvas.
Que pagues el rescate que abajo te indico.
Yo tampoco me explico, por qué no acudí antes a ti.
Pero nadie puede salvarme, nadie sabe lo que sabes,
y tampoco entregarían lo que vale mi rescate.
No hay dinero, ni castillos, ni avales, ni talonarios,
no hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-,
ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido.
Y no te obligo a nada que no quieras.
las fuerzas me fallan, mis piernas no responden;
te conocen, pero no llegan a ti.
Decidí por eso mismo, un mecanismo de defensa.
Y presa como está mi alma, con la calma suficiente,
ser más fuerte, y enfrentarme cuanto antes a la verdad,
sin dudar un segundo, lo asumo, sólo tú puedes pagar el rescate.
Devuélveme el amor que me arrebataste,
o entrégaselo, lo mismo me da, al abajo firmante;
pues no hay en este mundo, -aunque parezca absurdo-,
ni en planetas por descubrir, lo que aquí te pido.
Y no te obligo a nada que no quieras.
Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden;
te conocen, pero no llegan a ti.
Y no te obligo a nada que no quieras.
Las fuerzas me fallan, mis piernas no responden;
te conocen, pero no llegan a ti.
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