viernes, 27 de abril de 2012

Flores rojas





¿Has sentido un escalofrío en la nuca, aquellas veces que caminas por calles oscuras, solo? ¿lo has sentido al recorrer una camino interminable y desconocido? Sientes la mirada fija en tu nuca y te giras sin ver a nadie. ¿Has sentido el acecho de una sombra, de un silencio?
Él no era especialmente cruel o especialmente malvado, como todos. En realidad no era especialmente nada: un tipo gris, complexión media y un físico apenas sobresaliente (producto de ejercicios dirigidos a desarrollar una musculatura visible, no necesariamente consistente). Todos lo conocían por esa extraña fascinación por la violencia gráfica, sus camisetas ilustradas de vísceras y demonios y sus comentarios de nota roja. No sorprendía a nadie ya que sus correos de internet siempre fueran fotografías de accidentes y ejecutados por el narco.
Había quien señalaba a aquella visita escolar al matadero como la causa de sus obsesiones, lo cierto era que el recuerdo de las vísceras cayendo a las tinas de porcelana le dibujaba de cuando en cuando una sonrisa.
Nunca había tocado la sangre. Pero de haber tenido la oportunidad, decía, lo haría sin apartar los ojos.
Así que cuando le ofrecieron más dinero del que ganaría en tres años en el matadero no lo pensó dos veces.
Sería sencillo, incluso le darían el arma con silenciador. Entraría de día, dispararía a la mujer en cuando quitara la cadena, revolvería las cosas para simular un robo y se llevaría lo de valor más obvio (aunque tendría que tirarlo después). Nada podía salir mal: tocar, disparar, remover, marcharse. El disparo no se escucharía y él estaría ya muy lejos cuando encontraran el cuerpo.
Por eso se sorprendió cuando, al tocar la puerta, le respondió la voz de un hombre. No tuvo tiempo de dudar, el hombre abrió la puerta y lo invitó a pasar. Dos hombres más estaban dentro. Nervioso, acarició el arma debajo de la sudadera. Por las botellas vacías, seguramente llevarían toda la noche ahí. Un hombre le acercó una cerveza y le dijo que la mujer regresaría en un momento, pues había ido a comprar el desayuno.
De pronto, era uno más del grupo. Las anécdotas picantes que involucraban a la mujer ausente lo animaron a contar las suyas: ficciones incomprobables de las que estaba orgulloso de contar, conquistas, peleas, borracheras interminables (aderezó las que siempre usaba y archivó las nuevas para futuras conversaciones). Hasta anexó una historia a la nutrida colección de la anfitriona, y fue recibida con carcajadas y sin sorpresa.
Por dos largas horas fue otra persona, el peso muerto del arma era parte de la escenografía.
Tocaron la puerta. Al instante recordó para qué estaba ahí. Guardó silencio, pensando en un pretexto para marcharse. Pero ella lo miró con desconfianza: de los cuatro hombres, a él no lo conocía. Se acercó a ella, para presentarse, pero recordó que los hombres daban por sentado que ya se conocían. A pesar de ello, sin decir nada, la tomo de la mano.
Lo siento.
Sin soltarle la mano, llevó la propia hacia su arma. Los hombres a su espalda no se percataron de nada. Apoyó el cañón justo debajo del seno izquierdo.
Disparó.
Ella lo miró, sorprendida, incapaz de articular palabra mientras el brillo de sus ojos se extinguía. Una gota de sangre surgió de su boca y cayó en su escote.
Una flor de su vestido lentamente se tornó de un color vino. Su cuerpo, menudo, se sintió ligero contra el pecho de su atacante.
No supo cuál de los hombres gritó primero. Tampoco supo en qué orden cayeron, uno tras otro, después de recibir un disparo en la cara cada uno. Sin ningún quejido.
Cuando su mente comenzó a aclararse, estaba rodeado de cuatro cuerpos. Parecían dormir, con las botellas vacías justificando sus posturas absurdas. Pero estaba la sangre. Solo la mujer no parecía dormir, con la sangre resbalando en el nacimiento de su escote y su mirada opaca como un reproche.
Removió la alacena, los cajones y, frente al cajón de la ropa interior, desistió. Nadie creería que fue un robo que salió mal, ya no tenía importancia.
Se acercó a la puerta, esquivando los cuerpos de los durmientes y los charcos de sangre que crecían debajo de ellos. Si los disparos se hubieran escuchado, ahora mismo habría policías. No hubo ruido alguno. De no ser por la sangre, parecerían dormidos. No parecía ninguna muerte.
Miró el arma, parado entre los cuerpos. ¿Esto era matar? Cuerpos que se desploman como títeres a los que les cortaran las cuerdas de golpe. La sangre, no tibia ni saliendo a borbotones, sino como fugas, manchando el suelo. Una sangre fría, manando sin entusiasmo. No las llamaradas rojas en las paredes, la masa encefálica, la mutilación al detonar el arma y el trueno.
No sintió pasar el tiempo. No escuchó la llave de la puerta abrirse. Pero ahí estaba, con once años apenas, un niño viendo el cuerpo de su madre. El grito se fue formando en cámara lenta, gesto a gesto. No estalló. Por un segundo el marco de la puerta pudo ser el borde de un espejo. Los dos eran solo niños atrapados en el horror.
Apenas duró un instante. El asesino adelantó la mano derecha para tapar la boca del otro niño e ignoró las mordidas.
Estaría lejos cuando encontrarán el cuerpo, le dijeron.
Trató de pasar por alto los dientes que lo mordían mientras apoyaba el arma en la nuca del niño. No lo logró. La bala se llevó el meñique al salir entre los dientes. No gritó como tampoco lo hizo el niño. De nuevo, el silencio se impuso. Apenas un imperceptible gorgoteo.
No soltó el cuerpo sino hasta que sintió la sangre pegajosa por encima de sus piernas. Casi sonrió cuando sintió la calidez de su propia orina entre ellas.
Se sentó, recargado a la puerta, empapado. Aspiró profundamente. El olor a caucho quemado se mezclaba con el de su orina. La sangre no huele a nada. Mienten.
Allá, lejísimos, ladró un perro, como un sonido fantasma. Rellenó cargador del arma, le habían dado municiones de sobra. Cuando salió de la casa aun quedaban restos de luz en la tarde.
No se topó con nadie durante varias cuadras. Un corredor lo vio al dar vuelta en una esquina y si su cambio de ruta tuvo que ver con las manchas de sangre que veía no lo demostró. Le disparó por la espalda. Cayó  sin ruido. Se acercó al cuerpo y vació el cargado sobre su espalda. Flores color marrón creciendo en el verde de su camiseta deportiva.
Lo siguiente que supo fue que estaba encerrado en su casa. No había encontrado a nadie más en el camino. Era ya de noche y no había ruidos. Y minutos después la oscuridad desapareció en una transición de rojos y azules y el sonido irritante de radios mal sintonizados.
Piensa que saldrá de aquí con el arma en las manos y disparará a todos los policías. Le darán un tiro, o dos, o tres, seguirá disparando. Balas disparadas en un azar despiadado. Flores rojas que nacen de improvisto y telarañas de un segundo en cristales que estallan. Las sirenas en la extraña sincronía de una sola nota aguda, el canto de un tiempo detenido. Tarde o temprano acertarán el disparo fatal, confundido entre las detonaciones. Como un resplandor de gloria.
Se levantó, sintiendo la ropa rígida de orina y sangre seca. Quitó el silenciador del arma.
Abrió la puerta de golpe y apuntó hacía adelante.
Disparó una y otra vez. Siguió disparando incluso cuando la razón y la memoria le decían que el cargador estaba vacío y siguió disparando. De pronto se dio cuenta. Ni las sirenas gritaban ni vidrios estallando, ninguna detonación se escuchaba. Los policías se movían a su alrededor sin notarlo. El mundo entero era una pantomima de luces rojas y azules y de un silencio perfecto y sobrecogedor.
Miró el arma soltar humo del cañón.
Ahí, lejísimo, en un cuerpo crecían flores rojas. Quizás cientos. Sin embargo, una rosa, pequeña como un botón, crecía en la frente del cadáver. Su frente. La primera bala disparada.
Desde entonces, vaga por los callejones de un infierno sin sonido. Un infierno sin quejidos ni lamentos. Ni detonaciones. Un infierno donde los muertos siguen de pie, por más disparos que acierte en su nuca. Y las únicas flores de sangre que crecen siguen prendidas de su cuerpo.

The Great Escape
Beauty?
The Sound of the Blue Heart





It's the great escape
Es el gran escape
and is it any wonder

y no es de extrañar
that it's the same mistake
que sea el mismo error
that kept him under
que lo mantuvo abajo
and how many more storms will he bring?
¿y cuántas tormentas traerá?
There are so many ways to tarnish a beautiful thing.
Hay tantas manera de empañar algo hermoso.

Lay your head
Deja tu cabeza
down as it is spinning
caer ya que está girando
from dread to dread.
del temor a temer.
Say, now you aren't you are living,
Dilo, ahora tú no estás viviendo,
there are no screams, there are no flags to raise,
no hay gritos, no hay banderas a izar
only whispers from demons you slowly created
solo susurros de demonios que lentamente creaste,
and falling fast behind the fallen idol are the pieces of the lies
y caen rápido tras el idolo caído, son piezas de las mentiras
that neither spit or sweat or glue could keep forever firm to your side.
que ninguna saliva, sudor o pegamento pudo manterner firme para siempre a tu lado.


And yes, somewhere there is another world to crash
Y sí, en algún lugar hay un mundo a despedazar
where trust lies innocently waiting with the trash
donde la confianza yace inocentemente esperando con la basura.


It's the great escape
Es el gran escape
and is it any wonder

y no es de extrañar
that it's the same mistake
que sea el mismo error
that kept him under
que lo mantuvo abajo
and how many more storms will he bring?
¿y cuántas tormentas traerá?
There are so many ways to tarnish a beautiful thing.
Hay tantas manera de empañar algo hermoso.


Well hello my love, I stand corrected
Bien, hola mi amor, rectifico
and heavens above, from all harm I’m protected
por encima de los cielos, de todo daño protegido
feel the wrath of the wreck with no visible evidence,
siento la cólera del naufragio sin evidencia clara,
only dead eyes and blackened heart by life’s ignored lessons
solo los ojos muertos y el corazón ennegrecido por una vida de lecciones ignoradas
and entrenched in a limbo that leaves hell in it's wake,
y aprisionado en un limbo que el infierno deja en su estela,
runs an empty soul no longer with the ability
corre un alma vacía ya sin la capacidad

to see heavens gate.
de ver la puerta del cielo.

But what will he do when there are no more worlds to crash?
¿Pero qué hará él cuando no haya más mundos a despedazar?
because he's chosen and the choices are forever attached
porque fue elegido y las elecciones están unidas para siempre.

The liquor cabinets dry and the street corners empty
Los minibares secos y las esquinas vacías
and no one to blame within shouting distance.
y nadie a quién culpar al alcance del grito.
He turns to face it all in dark grocery store windows

Se gira para enfrentar todo en la oscura ventana del abarrotes
and the figure it presents grows bigger and bigger.
y la figura aparece, crece más y más grande.
Where once in his reflection showed a bit of mom and dad

Donde una vez su reflexión le mostró un pedazo de mamá y papá
a small town boy, who every night "our father" he said
un muchacho pueblerino, quien cada noche "nuestro padre" dice
see's a monster, runs fast, in every direction
mira, es un monstruo, que corre rápido, a todos lados


but nowhere is no home when the monster waits in your bed
pero ningún lugar es el hogar cuando el monstruo espera en tu cama

It's the great escape
Es el gran escape
and is it any wonder
y no es de extrañar
that it's the same mistake
que sea el mismo error
that kept him under
que lo mantuvo abajo
and how many more storms will he bring?
¿y cuántas tormentas traerá?
There are so many ways to tarnish a beautiful thing.
Hay tantas manera de empañar algo hermoso.


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