Escalofrío
He pensado en el día que habrá de llegar. Una noche llegaré aquí y no habrá una grabadora esperándome. No sé. Quizás pierdas el interés, quizás tu economía no te permita más aquel estudio de grabación donde extraes mi voz. Quizás mueras.
¿Sabes? También pienso en ese otro día cuando todos ustedes se marchen…
Quizás sea un virus; quizás envenenen la tierra de tal manera que termine por devorarlos a todos sin devolverles ni una cosecha. Quizás el sol convierta al planeta en un desierto resquebrajado o bien los polos se derritan y lo aneguen todo… Quizás llueva fuego y los mares se conviertan en sangre, que se yo. ¿Y qué pasará entonces?
La ironía máxima es que nosotros sobreviviremos…
Recorreremos el mundo muerto, deshabitado, mantendremos la ilusión de la existencia en nuestras repeticiones, en nuestras rutinas de disco rayado, recorriendo los mismos surcos de esta simulación de vida. El long play de la desesperanza. Habremos dejado de ser el escalofrío en la nuca de alguien, la temperatura fría de una habitación, el lomo erizado de un gato. Nadie habrá para sentirnos así. Nadie dejará grabadoras en casas abandonadas, nadie dejará flores en las tumbas que nunca sirvieron de reposo. Nadie nada.
He pensado en ese día cuando el futuro sea nuestro, cuando seamos los únicos moradores de la tierra muerta. Marcharemos, quizás por el fondo del nuevo mar, indiferentes a la presión inmensa, a través de ciudades que se desmoronan en la oscuridad. O bien, en los escombros blanqueados al calor infernal y pulidos por las tormentas de arena, mientras el sol va muriendo de a poco. Y pienso en la exactitud de las imágenes del infierno.
No sé qué pasará cuando muera el sol. Agujeros negros, donde el tiempo no existe y las leyes de la física se quebrantan… ¿Veré la tierra entera desmoronándose como un terrón en la mano de un niño? ¿Veré las ruinas de ciudades enteras colapsarse como castillos de naipes y al mar en un último remolino elevándose hacia la nada y la oscuridad? ¿Veré el tiempo y la materia como serpientes apareándose en una epifanía quántica milésimas de segundo antes de ser consumido por el vacío?
Eso es lo que más me perturba: veré morir al sol. ¿Qué pasará con nosotros? No nos destruyó el tiempo, no nos destruyó el apocalipsis, no nos destruyó la ausencia de Dios…
¿Nos destruirá la locura?
Una eternidad antes del fin del mundo, del definitivo, como los gusanos fosforescentes de una criatura muerta, los fantasmas, los “sobrevivientes”… Ecos. Ecos, ecos, ecos. Seremos la locura de continuar la vida, de imitar una vida que ya no existirá. Repetiremos la farsa de la existencia bajo cielos de ceniza y tierra baldías. La misma rutina, en mares envenenados y el esqueleto de ciudades.
Y un día caminaré por una larga autopista, estoy seguro de ello, un sol rojizo entrará en un ocaso de ceniza y en la distancia (casi puedo verlo, casi puedo sentirlo) veré temblar una ciudad como un espejismo, viva y alucinante. Un viento cálido me traerá el sonido de risas. Caminaré horas hacia el horizonte y encontraré cenizas al llegar. No lo dudo un instante. Y cuando me reponga de la sorpresa, por el rabillo del ojo veré los faros de un vehiculo alejarse en la distancia.
Y trataré con todas mis fuerzas de recordar qué se siente un escalofrío.
La llorona
Caifanes
El nervio del volcán
Fantasmas humanos se buscan.
Algunos olvidan frío,
Otros nunca se encuentran.
Hacen temblar la tierra;
Tiemblan sueños,
Tiembla amor.
-Ay!, no quiero amarte, Llorona.
-Ay!, no quiero llorar contigo.
-Ay!, déjame ver tu piel.
-Ay!, déjame ser tu piel.
Déjame ayudarte,
Na'mas dime como,
Y así será...
Desde el fondo de la tierra,
Mas allá de la existencia,
Flotan almas solas
Todas crucificadas.
Hombres y mujeres lloran
Por un amor
Que nunca tuvieron.
-Ay!, no quiero amarte, Llorona
-Ay!, no quiero llorar contigo
-Ay!, déjame ver tu piel.
-Ay!, déjame ser tu piel.
Déjame ayudarte,
Na'mas dime como,
Y así será...
Y así será…-
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