El oleaje tras los párpados
[Grabación tomada en un centro psiquiátrico. Fue
necesario depurar el audio de los sonidos animales y el llanto de niños.]
Sí. Eran mis
hijos y los maté. Ellos nunca dormían, solo simulaban hacerlo. Apenas se
dejaban caer sobre la cama que compartían comenzaban a gruñir. Al principio, al
escucharlos, pensé en cerdos o en asnos, aunque poco a poco reconocí pautas como
si conformaran un extraño lenguaje. Mi mente no entendía lo que decían pero mi carne
sí. Mi cuerpo temblaba, todos mis vellos se erizaban en un escalofrío, como si
esos ruidos animales formularan blasfemias sin límite.
Yo me
encerraba en el baño y con un trozo de espejo los espiaba, viendo apenas por el
rabillo del ojo la delación de su verdadera apariencia. Era como si su piel
fuera de pronto como esas transparencias que emana el asfalto caliente,
permitiendo ver a las criaturas que los habitaban. Llena de terror esperaba a
que amaneciera. A veces me armaba de valor y me acercaba, ignorando su
galimatías. Mis niños descansan apaciblemente, bellos, rubios, lozanos,
idénticos, pero algo detrás de sus ojos rompía la armonía, una sugerencia
monstruosa de lo que se retorcía en su interior…
Recuerdo con
asco sus párpados casi transparentes, temblorosos, como una leve capa de
piel extendida sobre una montaña de gusanos. Las voces aumentaban de volumen con
el movimiento de sus ojos. Yo los miraba, congelada, sintiendo la maldición de
sus palabras, de su cadencia hipnótica, hasta que despertaban, sobresaltados.
A la luz del
día parecían normales, mis queridos niños. Pero algo en el crujido del cereal,
algo en sus ojos cuando parpadeaban más de lo necesario, alertaba mi cuerpo
tenso a causa de las noches en vela. En los entresijos de su risa se hallaba la
disonancia de su ternura.
Antes su
cabello y sus ojos me recordaban a su padre. Ahora lo invocan en un apenas
detectable rictus de sus labios cuando ríen, completamente cargado de burla; lo
invocan en su postura arrogante.
Cuando están
despiertos veo en sus rasgos las burlas, el menosprecio; los pasos de su padre
que se fue. Cuando anochece y los veo dormir y me siento sobrecogida de terror,
me torturo recordando sus carcajadas crueles…
Ellos también
se ríen de mí, del temor de Dios. Son como su padre aun cuando son
completamente distintos a sí mismos.
Los bordes de
la noche se fueron haciendo cada vez más imprecisos. Mi vista vigilaba los
espejos, viéndome a mí misma lentamente devorada por la fatiga. Mis ojos hundidos en sus cuencas
eran pozos de lucidez y alarma.
Comencé a
llevarlos a misa todas las tardes. Me tomaban de la mano y me sonreían. Yo
apenas contenía el asco de pensar en sus manos porcinas aferrando mis dedos. Su
risa y sus blasfemias eran como esos silbatos para perros, de un diseño
especifico para mi tortura singular. Evitaba mirar nuestro reflejo en el espejo
improvisado de los escaparates y puertas de cristal. Mis ojos me dolían de
tanto apretarlos para no ver nada. La boca me sabía a cobre por las encías
apretadas.
Los vi, cada
día, persignarse, darse la paz con todos, como un juego infantil. Yo miraba
aterrorizada la inocencia de los que recibían el escarnio de sus abrazos, la
sorna en su manera de estrechar la mano, la sonrisa envenenada detrás de su la
paz sea consigo. Me perturbaba el brillo de lascivia en su ojos cuando veían a otros tomar
la hostia.
Aquel día
imploraba a Cristo en silencio, recordando su amor por los niños. Sentí que
algo taladraba mi nuca y me obligaba a girarme. Eran sus ojos, su leve sonrisa.
La iglesia estaba vacía desde hacía varios minutos y ellos esperaban. Sus largas sombras gemelas ensuciaban el paño. El eco de
su carcajada ratificó el vacío, la impotencia de los brazos crucificados.
Cumplirían 7
años en dos meses...
Volvimos a
casa. Ellos subieron sin desvestirse (todos en blanco) a tomar la siesta. Yo
caminé por la casa, subiendo y bajando las escaleras, haciendo surco de la sala
a la cocina, persignándome, recitando oraciones que apenas sabía y sintiendo el
fuego de su risa que emanaba del dormitorio de los gemelos. En algún momento de
la noche me di por vencida.
Rompí todos
los espejos.
Me acerqué a
ellos, tan pacíficos, tan inocentes, tan puros. Niños de seis años. Toqué su
cabello rubio como de ángeles.
Comenzaron a
gruñir. Se reían. Se rían de mí, de mi ternura estúpida, del engaño de su
sueño. Murmuraban en su lengua demoniaca que, aun sin yo entenderla, era
transparente al asco, al menosprecio, a la burla.
Saqué
entonces del bolso el espejo pequeño con el que los espiaba. Jamás los había visto
a través de él tan de cerca, sin estar refugiada en el baño. Lo dejé caer, temblando mis manos
por el atisbo de infierno que había visto en el espejo. Apenas escuché cómo se
rompió.
Bajé la
mirada. Un trozo afilado me devolvió los ojos cansados: rojo sobre negro, de mi
rostro macilento. Acepté la señal.
Traspasé
contudentemente cuatro veces un párpado, rápido, sin vacilación. Gritaban.
Se incorporaron
llorando, nada se movía ya tras sus párpados. Lloraban sangre. Pero debajo de
su llanto inocente, debajo, como un lobo con piel de oveja, su risa y sus
gruñidos. Toda la magnitud de sus blasfemias.
Los
estrangulé, uno por uno. Nunca supe en qué orden, a quién perteneció el horror
de escuchar la respiración agónica de hermano mientras agitaba sus manos desesperadamente. Apreté sus gargantas hasta que sus rosados rostros
se volvieron grises. Pero las risas no callaron.
Me había
cortado con el espejo y tenía las uñas rotas. Y la certeza de la infección. Cerré
mis ojos sabiendo que algo se agitaba, navegando por mi cerebro y el sereno
oleaje de mis párpados. Corté mi garganta.
*****
Desperté
atada en un cuarto blanco. Me veían doctores, yo no podía hablar... Quisieron
que escribiera, pero yo no encontraba las palabras para decirles que dos niños de
piel gris gimoteaban entre sus piernas, llorando sangre. No podía decirles que
sus llantos vencían sus medicaciones para dormir, que aunque sanaran las
heridas de mi cuerpo no sanarían mi alma. No pude decirles en los meses que
siguieron, con mi garganta cauterizada y funcional, que ya no podía más.
Una enfermera
dejó mal ajustada la correa que aseguraba mi mano izquierda. Mordí mi muñeca
hasta que las venas saltaron como cuerdas de piano y sentí que la sangre, la
sangre llenaba el piso. Sentí el mundo, las risas, perderse como a través de
muros de algodón y la luz y la sangre disolviéndose en oscuridad. Me desvanecí.
Pero solo fue
un parpadeo.
Supe de golpe
que si alguien me mostrara un espejo, mis ojos abiertos, acuosos, acecharían
desde la negrura de mis ojeras, mis ojos lúcidos, terribles, despiertos...
Los vi. A los
cuatro, entre la sangre.
Dos
querubines de mármol gris y cabello rubio con los ojos cerrados y lágrimas de
sangre…
(Ingenuamente
siempre creí que al diablo en la lotería lo pintaban rojo por su sangre caliente,
o que era una piel llamativa, de un color liso, brillante y seductor. Algo de
fuego, de prohibido y sensual.)
Los demonios
son rojos como la carne de una herida expuesta, como un animal desollado...
Y aquí
están... monstruosos lazarillos, lazarillos deformes de dos querubines que
lloran sangre.
Y jamás dejan
de reír, gruñir y blasfemar... Los otros jamás dejarán de llorar.
Dios,
perdóname.
Olvídame.
Current 93
Hush-a-bye calla y adiós
don't you cry no llores
go to sleepy little baby
ve a dormir niñito
go to sleepy little baby
ve a dormir niñito
when you wake
cuando despiertes
you shall have
tendrás
all the pretty little horsies
todos los bonitos caballitos
all the pretty little horsies
todos los bonitos caballitos
blacks and bays
negros y bayos
dapples and greys
moteados y grises
all the pretty little horsies
todos los bonitos caballitos
way down yonder
allá camino abajo
in the meadow
en el pastizal
lies a poor little lamby
yace un pequeño corderito
bees and butterflies
abejas y mariposas
flitting round his eyes
revolotean alrededor de sus ojos
poor little thing is crying
la pobre cosita está llorando
"mammy"
"mami"
go to sleep
ve a dormir
don't you cry
no llores
rest your head upon the clover
descansa tu cabeza sobre los tréboles
rest your head upon the clover
descansa tu cabeza sobre los tréboles
in your dreams
en tus sueños
you shall ride
cabalgarás
whilst your mammy's watching over
mientras tu mami está vigilando
blacks and bays
negros y bayos
bapples and greys
moteados y grises
all the pretty little horsies
todos los bonitos caballitos
all the pretty little horsies
todos los bonitos caballitos
all the pretty little horsies
todos los bonitos caballitos
all the pretty little horsies
todos los bonitos caballitos
1 comentario:
Fascinante. ¡Adoro tu blog!
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